Gran rumiante solitario,
Domesticado por lapones a diario,
En las altas montañas siberianas,
Desde el año 1000 antes de la era cristiana.
Vigilante y localizador de alimentos sepultados,
Bajo la implacable tormenta de nieve he buscado,
Atravesando sin asperezas ni cansancio,
Para comer hojas de sauce, líquenes y abedul enano.
Soy fuerte y resistente,
Además de independiente,
Buen nadador
Y un veloz corredor,
Superando los 40 kilómetros por hora,
Esprintando hasta 80 kilómetros por hora,
Mostrando mis imponentes cuernos a toda hora.
Y aunque camino cabizbajo,
Y trabajo,
Luzco mi pelaje pardo-grisáceo,
Espeso, tupido,
Largo, duro y ondulado,
Que para algunos es soñado.
También luzco mis patas blancas,
Que se confunden con la nieve blanca,
Como quien luce un fino traje en temporada.
Mi presencia sorprende al más inocente,
Incluso hasta a los adolescentes,
Y todo humano viviente,
Cuando estoy presente
Durante diciembre,
Representando la cultura navideña,
Con la que todos algún día sueñan,
Que me muestra acompañando
Al tan esperado Santa,
Quien cabalga por los cielos en su trineo,
Tirado por muchos de nosotros en su vuelo,
Repartiendo obsequios por doquier,
Aunque no me logras ver,
Desde el hemisferio Norte
Hasta el hemisferio Sur.
Autor: Diana Torres G. (2018)
@escritora_diana_torresg
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